Su pensamiento y el sentir luchan por el poder de decisión.
Se enfrentan -temblor-. Se golpean uno al otro -miedo- . Recuerdan – sudor-. Se contradicen – placer-, Se justifican – angustia. Resisten -palpitación-.
Su lógica se posiciona, sentencia, culpa. La emoción impone las leyes del cuerpo, vibra.
Intenta comprender, necesita saber qué puede perder, cómo puede defenderse del rayo que se acerca ineludible. Se aleja, corre, huye al mar y nada puede dar respuestas.
Y entonces, rendida, decide finalmente saltar al abismo. Y abre brazos al remolino de emociones, fluyendo, viviendo con el riesgo de vivir, sintiendo.