Las brujas de Maz IV.- El nombre

Lea y Patricia  llegaron  tarde  a la fiesta, una  de esas celebraciones tradicionales pre-navidad. La única mesa con lugares libres era  esa  con dos mujeres embarazadas y otras tres con sus niños pequeños. Las hermanas se miraron con ojos  de «ni modo».

A Lea no le  incomodaba tanto como a Paty estar rodeada de mamás; ella misma era una, pero se consideraba una madre alternativa o bien una mujer que no se presentaba con el adjetivo «mamá» por delante.  Quería asumirse  y ser percibida  como  una persona sin clasificaciones tradicionales, y por más que amara a Basilio y lo criara   bien,  hacía lo posible por mantener cierta individualidad y cierta libertad que en ocasiones se dificultaba por las diversas responsabilidades propias de la maternidad.  Sin embargo, no le encantó sentarse en esa mesa… en los últimos meses se había estado sintiendo presionada por Tony y su gran deseo de ser padre, por Basilio y su necesidad de jugar con un hermanito, por Miranda y Roberto  porque un nieto no era suficiente, e incluso por Paty, quien con otro sobrino  dejaría  de sentirse empujada a  traer otro bebe a la familia.  A pesar de las presiones Lea les había dicho firmemente  a todos que no quería volver a embarazarse y al parecer cada uno  se había ya  resignado.

El inevitable tema de conversación comenzó… Y tú cuántos hijos tienes yo tengo tantas semanas de embarazo por qué no tienes hijos yo voy con el ginecólogo tal mis hijos estudian en la escuela tal no sé si quiero tener hijos apúrate pues tu reloj biológico los míos en el colegio tal  es mejor el pediatra de la clínica yo ya le dije a mi pareja que no deseo tener otro hijo la maestra de Inglés tú cómo le haces con 3 niños es que un sobrino no es igual que un hijo me gusta viajar no puedes saber lo que se siente hasta que lo tengas sólo si encuentro un nombre que me guste jajajajaja mi hija tiene 2 años pero aún no habla no todas las mujeres nacimos para ser madres cada día hay más peligros la escuela de natación está ni siquiera tengo una pareja…

– Ah, esto parece la divina comedia de Dante…

-¿Cómo dijiste?

-La divina comedia… es que cada quién con su punto de …

-¿Dante?

– Si, Dante Alighieri

-Dante… Dante… mmmm… me gusta… me gusta Dante

-Sí, es un grande,  ¿Lo has leído?

– No pero me gusta el nombre… me gusta como suena

Lea no dijo nada más y se quedó pensando mientras Paty se quejaba de  la compañía y manifestaba sus deseos de cambiarse de mesa  sin saber que su hermana estaba teniendo la revelación  que la hizo tomar una decisión importante, vital.

Más tarde al llegar a casa Lea abrazó a su novio. Lo besó y le dijo: quiero tener un hijo  tuyo. Esa noche Lea y Tony hicieron el amor y al hacerlo Lea ya amaba al ser   que se concebía en ese momento; ella lo sabía, comenzó a pensarlo y llamarlo por su nombre, ese que ya tenía para él.

Nueve meses más tarde, una noche de luna llena, nació Dante, hermano de Basilio.

Las brujas de Maz (III)

Miranda se paró frente al espejo y vio con horror cómo  sin poder hacer nada la piel de  su rostro se caía lentamente  en pedazos hasta quedar éste  descubierto, al rojo vivo. Gritó.

Eran las 4:00 a.m.  cuando se despertó empapada en sudor, agitada y  nerviosa.  Fue a la cocina y tomó un poco de agua mientras se repetía «es sólo un sueño… es sólo un sueño», pero nunca había tenido uno así y el no poder interpretarlo la lleno de inquietud.

Se dirigió a la sala, donde tenía su nicho de ángeles y velas. Las prendió todas, se sentó al lado, cerro los ojos  y comenzó a respirar profundamente… inhalando, exhalando con lentitud mientras intentaba  visualizar a sus seres queridos envueltos en una luz rosa… pero no pudo… por más que intentó el color se tornaba opaco… gris… obscuro…

Un sonido la hizo abrir los ojos y casi pudo ver la ráfaga de viento irrumpir  por  el semi-abierto   de la ventana hasta el nicho. Las velas se apagaron.  Miranda sintió un miedo intenso que quiso distraer  despertando a su esposo para hablar de ello  y acaso tranquilizarse con los argumentos  lógicos que él seguramente le daría para  explicarle que no había de qué preocuparse.

-Roberto, Roberto, tuve una pesadilla…

Roberto no terminaba de despertarse cuando sonó el teléfono. Miranda sintió una punzada en el estómago y no se atrevió a responder hasta el cuarto ring. Cuando contestó  escuchó la voz de Karla entrecortada -Miran…… y antes que terminara la palabra… Miranda comenzó a llorar.

Las brujas de Maz (II)

Flores

-Sí, estaba muy preocupada por la situación de tu tía pero ya no lo estoy, ¿sabes por qué?

-¿Por qué?

– Pues te voy a platicar porque tu sí crees en estas cosas. Resulta que  el martes pasado  estaba en la cocina lavando unos platos, pensando, dándole vueltas al asunto  y comencé a pedir por tu tía. En eso alzo la vista y veo por la ventana la buganvilia que está en la esquinita del patio, ¡ay   pues estaba llena pero llena de flores!… imagínate que no había espacio para las hojas verdes, era todo un tapiz moradito.  Nunca la había visto así tan repleta, y, que yo recuerde horas antes no estaba así, era como si de repente le hubieran brotado el montón de floresitas.

-¿Órale, y qué pasó?

– Pues yo inmediatamente pensé que eso era cosa de tu abuela y entonces le dije «mami, hazme saber que eres tú, que eres tú diciéndome que todo estará bien, que Karla va a encontrar trabajo pronto y que va a salir adelante de la depresión.

-Ay tía, yo  creo que sí era mi abuela porque le encantaban las flores, ¿verdad?

-Si hija, ¡adoraba las flores!. Bueno pues esa tarde fui a visitar a Karla y ¿qué crees que me dijo? ¡que consiguió una entrevista en el hotel El Cerro!,  parece que andan buscando a alguien con su perfil.

-No inventes, ¿en serio?

– Si… y ¿sabes qué? sé que le va a ir bien… no sé por qué… estoy tan tranquila… siento que mi mami se hará cargo de todo.

– No dudo que eso era lo que quería decirte mi abue,  tía.

– Tampoco yo… no tengo la menor duda.

No es difícil imaginar el final de esta historia… Sí, así es… Karla, a pesar de su edad y de las pocas posibilidades de trabajo que le pronosticaba la mala situación laboral del lugar, fue aceptada,  ya está trabajando y su estado anímico mejora día con día.

Las brujas de Maz (I)

-Fuiste tú, ¿verdad?

-¿Yo qué? ¿Qué tienes, por qué estás llorando?

-Acabo de hablar con Mau. No le ha ido bien, nada bien.

– Yo solamente…

-¿Lo maldijiste?

-Mmm… sí… sí lo hice

-¿Pero por qué? ¿no entiendes que yo no puedo ser feliz si él está mal?

-No pude evitarlo. Estoy muy molesta por lo que te hizo

-Pero a mi no me  hizo nada, ¡al contrario!

-Es que estás ciega, ¿no ves todo el daño que te ha causado?

– El único daño que ha hecho es el que se ha provocado a sí mismo, no lo entiendes, yo estoy bien, pero necesito que él también lo esté, quiero que lo perdones, que lo bendigas y  que pidas por él

– Puedo perdonarlo pero no puedo pedir por él

-Tienes que hacerlo, es la única manera en la que podrás contrarrestar la mala onda que le echaste… yo no tengo tu poder…

Miranda bajó la mirada aceptando su error. -Eres tan poderosa como yo, pero aun más, porque lo amas, dijo tomando las manos de Patricia quien en ese momento dejó de llorar. Entonces las dos comenzaron a orar al unísono.

Visitante nocturno

Título de la imagen: «Eternidad de un sólo instante» de Fernando Cabral. Técnica: Lápiz/papel

Apagó la luz. Su cuerpo y su mente cayeron  en la primera etapa del sueño.

Un ligero hundimiento en la esquina inferior derecha de la cama la hizo entreabrir los ojos. Sólo sensaciones.

Apenas volvía a dormirse cuando sintió el colchón inflarse de nuevo como si alguien sentado se  hubiese apenas alzado. En un estado no comprensible entre  sueño y  vigilia recordó el artículo que leyó tiempo atrás… hiperactividad de ciertos neurotransmisores… trastorno del sueño… parasomnia… parálisis del sueño… fueron algunos términos que  llegaron a su pensar  soñoliento.

Fase dos,   tres  y cuatro (nivel profundo)… y entonces el REM le trajo un sueño… «déjame dormir», «mañana me levanto temprano»  le decía confiada y sin miedo a un ser que no lograba distinguir.

Algo interrumpió las imágenes y el sosiego  de su cuerpo. Un notable  cambio en el aire y la temperatura pareció caer sobre sus pies  como  si fuera una densa caricia. Movió las piernas como quien por instinto intenta liberarse de algo… pero no hubo temor, visión, ni ruido, ni nada, ni nadie.  Se levantó un poco   y enfocó un punto en la pared que distinguía gracias a los rayos de luna filtrados a través de las cortinas.

-Sé que estás ahí.  Puedes quedarte y seguir cuidándome, pero déjame dormir.

Se acostó de nuevo, segura de que esta vez dormiría sin interrupciones… mientras una suave sonrisa le iluminó el rostro.