Mauro y Bob prefirieron el Domingo y Lily pidió la última función porque pensó que en ésta habría menos gente.
Como era de esperarse el estacionamiento estaba lleno. Tuvieron que correr bajo la lluvia para no mojarse tanto. Al llegar Lily se quedó perpleja al ver la enorme cantidad de personas, algunas haciendo fila para comprar los boletos, otras esperando que bajara el aguacero para poder irse, y los demás quién sabe qué hacían pero estaban ahí, amontonados en la entrada del cine. Comenzó a ponerse ansiosa pero intentó mantener la calma concentrándose en observar los espacios huecos, trazar el camino que le permitiría evitar cualquier roce. Ésta era una habilidad que había desarrollado a lo largo del tiempo. Lograba esquivar la multitudes con destreza. No sólo evitaba ser tocada, podía también proteger de cualquier tipo de contacto su bolsa, chaqueta, paraguas y cualquier otro elemento que trajera consigo. Esta vez no sería diferente. Tomando valor avanzó con agilidad y los amigos a su vez.
¿Voy por los tickets y ustedes por palomitas? propuso Mauro. Yo los espero en los sillones, dijo ella. Pero no se sentó. Buscó un lugar apartado, y se dedicó a observar como las personas pasaban de aquí para allá, con bandejas llenas de comida chatarra, bebidas enormes azucaradas, coloradas artificialmente, empujándose entre ellos mientras tomaban las popcorn con esas manos, seguramente sucias. Hizo una mueca y se preguntó cómo todos parecían tan relajados y despreocupados a pesar del caos. Más de dos años tenía sin ir al cine y en ese momento casi se arrepintió de haber aceptado la invitación… debí recordar cómo es ésto, pensó. Sintió que hiperventilaba.
Sus amigos llegaron. Quienes se dirigían a la sala cuatro comenzaron a agruparse en la entrada así que Mauro y Bob se aproximaron también. Lily se mantuvo a un metro de distancia de la fila. Aquí estoy bien, dijo cuando Bob le pidió acercarse más.
Finalmente la puerta se abrió. Necesito ir al baño, dijo, ustedes vayan, ahorita los alcanzo. Lily fue al baño, se lavó enérgicamente las manos. Salió y esperó que todas las personas entraran en la sala.
Cuando ingresó las luces aun estaban encendidas. Todos parecían ya sentados. Sus amigos se encontraban en una de las últimas filas. -Con permiso, disculpe, pasó entre piernas gruesas, toscas, enraizadas en los asientos. La fricción fue inevitable. Por fin llegó hasta el lugar que le cuidaban. Esta vez trató de tranquilizarse respirando lenta y profundamente.
¿Todo bien? preguntó Mauro. Si, ya conoces mis ondas, respondió.
Antes de que iniciara la película Lily sacó de su bolsa unas toallitas húmedas. Limpió sus manos y luego el apoya-brazos. Mauro sonrió. -¿Quieres palomitas? -No gracias.
Quedaron a obscuras y la pantalla brilló de repente. Lily comenzó a relajarse y a sentirse mejor. Volteó a ver a cada uno de sus acompañantes. Alcanzaba a ver las siluetas de sus rostros. Sintió ternura y gratitud por haber insistido en llevarla al cine. A pesar de todo sabía que era importante haber aceptado, estar ahí después de tanto tiempo. Los sonidos de apertura fueron para ella un presagio de que la peli sería muy chida, entonces la música cesó y el actor lanzó su diálogo inicial.
Lily se emocionó. Era una sensación conocida… como solía serlo… como cuando ir al cine era algo fácil y simple. Entonces sin querer, sin pensarlo si quiera, metió la mano a la cesta de palomitas, tomó unas cuantas y se las llevó a la boca.