Do you keep writing, he asked?
She fixed her attention on the gesture he was making waiting for her answer, and before saying anything she lowered her eyes.
Keep writing, he said
Keep running
keep compulsively feeling
Do you keep writing, he asked?
She fixed her attention on the gesture he was making waiting for her answer, and before saying anything she lowered her eyes.
Keep writing, he said
Keep running
keep compulsively feeling
Qué poco sabes de mi… y cuánto me conoces
Su pensamiento y el sentir luchan por el poder de decisión.
Se enfrentan -temblor-. Se golpean uno al otro -miedo- . Recuerdan – sudor-. Se contradicen – placer-, Se justifican – angustia. Resisten -palpitación-.
Su lógica se posiciona, sentencia, culpa. La emoción impone las leyes del cuerpo, vibra.
Intenta comprender, necesita saber qué puede perder, cómo puede defenderse del rayo que se acerca ineludible. Se aleja, corre, huye al mar y nada puede dar respuestas.
Y entonces, rendida, decide finalmente saltar al abismo. Y abre brazos al remolino de emociones, fluyendo, viviendo con el riesgo de vivir, sintiendo.
Tus labios entreabiertos eligen el silencio y éste se vuelve el arte escenario de tu sensualidad… cuando vierto en mi piel el lenguaje de tus ojos con ese brillo agudo, escalofriante…
En la arena firme el agua forma un espejo donde el cielo derrama pinceladas azules.
La contemplación en movimiento es una sensación diferente: el paisaje, las familias, el perro que corre a mi lado, las parejas de la mano, son parte del mismo espiral de energía que fluye al ritmo de mis latidos. Todo tiene sentido…
Las gaviotas abren camino a mi paso que acelera tratando de alcanzarlas, las veo volar, soy parte del mismo viento, me uno a ellas.
De improviso las olas se apasionan y el agua me alcanza. Siento la espuma deshacerse entre los dedos de mis pies. El mar es el elemento, el constante, inexorable, elemento; lo siento en los labios, sabor a yodo, en la brisa fría que contrasta el calor de mi cuerpo, alimenta mis ojos, me sacia el alma.
A cada salto percibo todo más cerca…las islas se avecinan, el sol enrojecido me destella… extiendo los brazo, puedo tocar el horizonte.
Y entonces llego al lugar donde el cansancio se hace euforia y el dolor se vuelve placer. Miro hacia atrás y sonrío, satisfecha, por lo recorrido, por este instante, por la incertidumbre del mañana.
Conozco tus tormentas, tus silencios, tus abismos.
Puedo mirar los colores del volcán de tu emoción, esos que sólo se pueden percibir bajo el reflejo de la luna.
Me gustan tus alas de águila, la manera en que descubres el mundo como gato, y lo haces tuyo como tigre.
Reconozco el aroma de la brisa de tus mares. Alzo las velas de tu barco. Miro como te alejas entre olas y viento, navegante. Confío en la brújula estelar que dirige tu regreso.
Observo el viaje sin descanso de tus pasos, viajero. Ayudo a preparar tu mochila, peregrino. Enciendo chimeneas si es noche fría de invierno cuando vuelves.
Conozco la nieve en tus palabras, el incendio en tu mirada, y esa niebla que vertiginosa te invade el pensamiento.
…Se también cuál es el latir sereno de ese gran, blanco corazón tuyo … el tono del cansancio cuando tu éxodo termina… y qué decir para que rindas tu cuerpo y descanse.
Conozco todo eso de ti. Y sin embargo, a veces te digo «extranjero» y quisiera no saber quién eres.