Looking up

(Imagen tomada de la red)

(Imagen tomada de la red)

Hoy finalmente me doy la tarde libre y salgo de casa  a la puesta del sol  dispuesta  a moverme   sin presiones ni   límites de tiempo.

Lo primero que se activa es mi olfato. Una cuadra antes de llegar a la cancha de atletismo percibo el olor de los pinos que rodean la pista; entonces mi cuerpo  se acelera deseando llegar, saltar, correr; entonces vuelo.

El   viento es fresco como lo espero. El perfil del cerro se ilumina con los cambios de luz del atardecer. Siento el movimiento de mis piernas y me transporto… y estoy junto al lago, mis brazos se extienden deseando alcanzar el agua de la  orilla… y estoy junto al mar, veo ballenas saltando  y   gente paralizándose   al  mirarlas…  y estoy en la ciudad de los naranjos, salto en la calle que huele a azahares… y estoy… en tantas partes … y estoy aquí, bajo el cielo que  se torna azul cobalto.

La última vuelta desacelera mi ritmo.  Termino.  Respiro y contengo la euforia, la dejo ir.  Me coloco en el suelo. Estiro las piernas. Mi ritmo cardíaco se tranquiliza. Me relajo de golpe, me canso, me dispongo a alzarme pero no quiero irme. Me recuesto, me extiendo. No me importa la tierra o el frío de la pista bajo mi espalda. Alzo la mirada. ¿Cuándo fue la última vez que vi el cielo de esta forma?  Ha pasado tanto tiempo.

El espacio se presenta interminable. Los sonidos nocturnos son más claros.  Un ave  vuela y gira   sobre mí,  yo le sonrío.  Los insectos del bosque no me perturban.   Las ramas de los árboles bailan en  las sombras de la noche.

Me quedo un rato así -qué sensación de libertad irradia  la estrella fugaz,  mi deseo- hasta que la ciudad enciende sus luces y mi cielo pierde el brillo de su obscuro.

Me despido. Salgo… y cambio mi ruta para llegar a casa -un camino más largo-  sin prisa.

En la lluvia

(Imagen de la red)

(Imagen de la red)

Para mí, cada ciudad tiene una esencia y por su puesto un olor único, es fácil identificarlo cuando regresas después de cierto tiempo.

La ciudad donde nací emana un aroma particularmente hermoso durante la temporada de lluvias (los meses de verano). Es una combinación de tierra mojada y hojas verdes que se lleva el calor y nos deja una humedad fresca, reconfortante. Quienes han estado en climas tropicales sabrán que la manera de llover es fuerte, intensa, del tipo que   borra   los naufragios de la mente, esos  aguaceros que se llevan la ansiedad…   Así llueve aquí…  densidad, relámpagos, cielo que gruñe… y a pesar de sus formas tormentosas a mí me calma… Y no sólo la lluvia… el agua en general; es mi elemento… y así, cuando me dejo fluir por sus encantos me siento en armonía.

Hace unos días mi sobrino se encontraba en el patio de su casa mientras yo, que estaba de visita, cortaba  limones de uno de los árboles. Él jugaba en una alberquita   de plástico de buen tamaño. Cuando me acerqué me vació un balde de agua  que tenía preparado y escondido para sorprenderme.  Grité  porque no lo esperaba y segundos más tardes comencé a reír junto a él que se carcajeaba. Me quité sólo los zapatos y me  metí a la pequeña piscina con él. Estuvimos jugando y yo me sentí como niña; como aquellos veranos de mi infancia en los que mis hermanos y yo corríamos en los charcos, hacíamos guerra de globos con agua, castillos de lodo y corríamos  descalzos bajo los  aguaceros sin que las piedras nos enfadaran -lo pienso y casi percibo el aroma de la lluvia-

Ayer fui a correr por primera vez desde que llegué hace algunas semanas.  Me dirigí al parque grande de la ciudad y cuando llegué el agua hizo su aparición. Al principio pensé en regresar a casa… me voy a mojar los tenis que son nuevos…  hay mucho lodo… los audífonos se me pueden descomponer… me dará frío…  el suelo se pondrá  resbaloso con las hojas… mi ropa recién lavada... Pero fue más fuerte el instinto -no sé qué tipo de instinto-  que debatió  qué divertido qué chido hace cuánto no te bañas en la lluvia sería lindo correr en ... y así aun antes de decidir quedarme o no mis piernas ya habían tomado su propia carrera.

Mis pulmones se inundaron de aroma a eucalipto mojado mientras las gotas gordodotas caían sobre mi espalda. El frío del agua contrastaba el calor de mi cuerpo- Calidez. Una sensación familiar pero recreada… tal vez más intensa pues estaba consciente de ese momento, del presente, del sentir, de mi pensamiento  y del milagro de la naturaleza que mi alrededor se abría paso. Yo veía los árboles menearse en el viento y no sentía el más mínimo miedo de que un rayo se interpusiera en mi camino. Me sentía protegida de alguna manera.  Sentí un placer casi primitivo… como si todo mi ser se liberara en emociones y en sensaciones físicas los charquitos salpican mis pies en cada salto el agua golpetea mi rostro yo lo alzo para recibirla como parte de mí me  vierte me hace líquido  hasta la tierra de la que soy parte me vuelvo eucalipto, suelo, flor, hojas, sonrío a la persona que viene en dirección contraria corre también nos miramos en complicidad porque también lo está viviendo me conecto con esa persona  con el  universo  me siento libre más libre aun. No hubo cansancio. Sólo euforia.

Cuando terminé estaba empapada en una mezcla de agua, sudor y lodo pero no tenía ningún nerviosismo  por limpiarme. Con calma entré al coche que ya me hizo contraste con el espíritu natural en el que minutos antes me encontraba. No importa. Llegué a casa y aún llovía. Desde la ducha seguí escuchando los hilos que escurrían entre las paredes externas.  Serenidad.

Aunado a la experiencia de ayer reflexioné  que  no importa  el lugar donde me encuentre… no importa qué tan «monótona» pueda ser esta ciudad…  lo esencial está en todas partes, mientras sepa vivirlo plenamente, con los sentidos dispuestos, con la curiosidad por vivir y revivir vivencias;  siempre serán diferentes, en cualquier rincón de este mundo  hay mucho, mucho por conocer, descubrir,  hacer, por disfrutar.

Hoy, 24 horas después, llueve, como suele suceder en las tardes de verano.  La lluvia acompaña este momento en el que  escribo con estas ganas de platicarles lo de ayer. Y todo se siente bien. Y todo está bien.

Un abrazo lleno de lluvia cálida tropical.

Hechizo de Marco Polo

Hace  tiempo, a finales del año pasado vi  una película que me conmovió particularmente: The secret life of Walter Mitty (2013). No es que sea un filme tan bueno o especial  pero a mí siempre me han movido las historias con un viaje como columna vertebral y éste no fue la excepción.  Los días posteriores me estuve preguntando en qué momento dejé de viajar como deseaba hacerlo;  por qué permití que un caparazón  se formara a mi alrededor para protegerme de mis emociones; por qué no tomaba el valor para  salir de mi cuarto, para dejar mi mesita, e ir a   descubrir  sentires y lugares con mis ojos y manos como antes hacía.  Entonces me decidí. Rescaté  las alas que tenía dormidas en el armario de los recuerdos, la motivación, la ilusión y la capacidad de sorprenderme. Desempolvé la maleta, tomé mi pasaporte,  mi laptop  y me fui.

Hice un gran esfuerzo para moverme entre las multitudes, para  no lavarme las manos constantemente, para sentarme en lugares  de dudosa higiene en el transporte público. Fue muy sanador. Conforme pasaron los días noté una mejoría tremenda en mi estado emocional e incluso me sentí más fuerte físicamente.  Tomé la ruta del amor y del arte, y, del amor al arte… en especial a la pintura, que tanto amo.  Y ahí estuvo él…  y fue hermoso. Y ahí estaba la belleza… y fue hermoso.

Conocí ciudades nuevas, las descubrí, o mejor dicho, dejé que se presentaran ante mí como un regalo abierto, vivo. Me sentí bajó el hechizo de Marco Polo nuevamente… viajera nuevamente… motivada nuevamente… como cuando era chica y quería conocer el mundo.

Vi en vivo  muchos de los cuadros que alguna vez miré en libros de pintura… y fue indescriptible lo que sentí…  alimento puro para mi ánimo, no necesité más después de ver esas obras de Picasso, Van Gogh, Monet, El Greco, Edward Hopper, Caravaggio, Botticcelli, Franz Marc,   Mirò, Pollock, y tantos, tantos otros artistas de mis sueños.

Visité algunos de los museos en los que siempre quise estar y la experiencia fue intensa y abrumadora. Abrumadora como cuando algo es «demasiado», es decir que te provoca una emoción tras otra y  es tan fuerte que necesitas un respiro… yo necesité días para asimilar todo lo que vi, toda esa belleza en mis ojos… estos ojos que no pueden contener tanto… tanto sentimiento, tanto color, esos trazos, esas pinceladas eufóricas… ah… sólo de recordarlo… si cierro los ojos puedo ver los colores vivos en esos cuadros de Mattisse… las pinceladas blancas, ansiosas de Van Gogh…

Luego  regresé a mi ciudad natal, donde mi familia me esperaba y me extrañaba. Ha pasado poco más de una semana de mi llegada y aún siento el efecto post-viaje… Los primeros días sentí un sueño y cansancio profundos, un desacelere casi irritante de la  emoción, un lento apagado del entusiasmo… pero está bien… tal vez no se pueda vivir en constante estado de euforia. Es necesario serenar los sentidos, descansar el pensamiento…  Pero en realidad mi pensamiento no se cansa con facilidad jejejeje… tiene gran vitalidad y se ha inspirado… ayer por la noche mi padre veía una serie sobre Marco Polo y yo por casualidad pasé por ahí. Me quedé viéndola a su lado.    Y pensé en dicho personaje, en sus recorridos, en aquellos tiempos donde viajar era una tremenda aventura… me sentí bien de tener mis propias travesías, que aunque sencillas y aparentemente simples para mí representan mucho, y han sido  importantes en mi aprendizaje de la vida, del mundo y de mí misma…

Y aquí estoy otra vez… tranquila, con ganas de escribir, de leer, de leerlos a ustedes…  con ganas de estar junto a  los míos y disfrutar de este lugar aunque no tenga esos cuadros que amo, aunque no me sea  tan  sorprendente como todo eso que vi… la quiero como es y la voy a disfrutar mientras en ella  esté… tal vez hoy la diferencia respecto a otros regresos a esta ciudad sea que siento mis alas más grandes, más fuertes, más abiertas que nunca… y no pienso meterlas de nuevo en el armario…

Es por eso que no había escrito, no  como antes… estaba ahí afuera viviendo… sintiendo… amando… llorando… riendo… volando…  Estoy de vuelta, aunque no sé por cuánto tiempo. Durante mi viaje deseé muchas veces compartirles lo que estaba sucediendo en mi vida…  no pude hacerlo por varios motivos… pero este post, esta entrada  es una manera de decirles que no dejé de sentirme parte de este mundo, nuestro mundo  de letras, que recreo   con ustedes con profundo cariño…

Y bueno, les  comparto algunas imágenes. Con el corazón.

Chagall

Chagall

Ciudad de las artes

La ciudad de las artes en un día nublado y de viento

Edwar Hopper

Edward Hopper

Jean-Michel Basquiat

Jean-Michel Basquiat

Klimt

Klimt

Lago de Garda

Lago de Garda

Monet

Monet

Picasso

Picasso

Río Hudson

Río Hudson

Van Gogh

Van Gogh

Mi novio de siempre

Las islitas

Gaviota en Las Islitas (San Blás) en una tarde nublada

Mi primer encuentro con el mar  lo viví cuando tenía un mes de nacida.  Platica mi padre cómo él no tenía la intención de meterme al mar pues todos decían que era demasiado pronto, que el agua estaba fría, que era peligroso para un bebé… Mi madre veía desde la arena como  él  me llevaba en sus brazos hacia el agua y le decía «ni se te ocurra meterla». Pero mi padre -dice- vio mi  reacción cuando se inclinó hacia la orilla e hizo que mis piecitos tocaran el agua… en ese momento supo que nada malo me pasaría y sin que mi madre se diera cuenta de repente ya estábamos adentro él y yo, disfrutando del mar… supongo que ese fue el momento en el que inició la que ha sido una gran relación-amorosa  jejejej en mi vida…  el mar es como mi novio, ese novio  de toda la vida a quien amas, y a veces no tanto, a quien dejas, con quien vuelves… pero que siempre está ahí, presente en el corazón… es algo así…

Y es que lo que he vivido junto a «él»  me ha llenado de sorpresas, de momentos majestuosos, de magia, de pasión, de intensidad… pero también de miedo y de dolor… sería muy largo platicar a qué me  refiero con todo esto… pero digamos que de las tantas y tantas veces que he estado ahí, han habido situaciones que me han hecho temer… temer realmente… a las personas… y a mi muerte… la primera vez fue como una advertencia… la segunda vez fue una cruda respuesta a mi desafío… a mi arrogancia… y cuando sentí que estaba a punto de ahogarme supe que no había aprendido lo más importante sobre mi la relación con el mar: el respeto…

No recuerdo cuándo aprendí a nadar… tal vez tenía 4 o 5 años… lo que sí recuerdo es que fueron mis padres, los dos juntos, quienes me enseñaron… aprendí sobre el agua, sobre las olas y la marea… pero no lo suficiente hasta que tuve aquellas experiencias en las que comprendí que por más que sepas nadar hay ocasiones en las que no puedes hacer nada contra ciertas corrientes y cierto tipo de olas… en fin… El océano Pacífico es un gran maestro, pero uno debe ser buen alumno, saber escucharlo, saber interpretarlo… respetarlo…  comprender  cuándo se te permite entrar en sus aguas  y sobre todo cuándo se te prohíbe… jejeje… Ahora lo sé… lo sé mejor…

Durante un tiempo  solía pasar los inviernos en Puerto Vallarta… creo que fue ahí donde el el «estatus» de relación  se convirtió en «amor subido», jajajajaja… hice las pases con él y éste a cambio me regaló días enriquecidos por la  sal en la piel… caricias de marea suave, atardeceres interminables, saltos de ballenas, cantos de delfines, caminatas sobre la arena… que me dieron mucha paz. Luego  me moví por  otros lugares y dejé de verlo por un tiempo…

Hoy en día mi relación es serena.. menos «aventurera»… es  más de contemplación, agradecimiento y además  es-el-tiempo-de-enseñar-a-mi-sobrino-a-conocer-el-mar …

Antes, cuando iba a Mazatlán,  la ciudad natal de mi madre, no dejaba pasar la oportunidad de nadar en mar abierto… me gustaba mucho… y me sigue  gustando… pero es diferente.. ya no tengo esa sensación de ansiedad que solía  sentir por adentrarme, por ir lo más lejos posible de la orilla, como persiguiendo algo … Por ejemplo la última vez que estuve ahí fueron los últimos días del diciembre pasado… como casi siempre, fuimos a pasar el año nuevo con nuestra familia materna. En lugar de irme a nadar desenfrenadamente esta vez tuve la necesidad de simplemente contemplarlo… caminé en el malecón hasta encontrar un rinconcito tranquilo y sin turistas… entonces hice una oración muy íntima, muy profunda, de agradecimiento por el año que estaba terminando… e hice todas mis peticiones para el que estaba por comenzar… Nunca lo había hecho de esa manera… y me sentí sumamente reconfortada… escuchada…bendecida…  como si el mar nos  prometiera  un año bueno, un año mejor -que así sea-

Las Islitas (San Blás) está aproximadamente a 75 Kms. de Tepic así que es fácil ir y venir en una mañana/tarde… Yo intento llevar a mi sobrino al menos una vez por mes… a veces más, otras no se puede…

El sábado pasado fuimos mi hermana, mi madre y yo a llevarlo. A ellas dos el agua les pareció muy fría así que fui yo quién se apuntó -con gusto- a cuidarlo (aunque él ya sepa nadar no se debe dejar a un niño solo en el mar). No me desagrada el agua «fría» que en realidad es agua «no caliente»… comparada con el lago de Garda donde solía nadar en los veranos (esa sí es fría)…  tampoco le desagrada a mi sobrino,  él no se fija en la temperatura, su fuerza y energía le permiten disfrutar la playa en cualquier época del año… En fin… pasamos una mañana chidísima  los dos juntos, jugando, nadando, platicando, respondiendo las mil preguntas que me hizo sobre la posibilidad de que llegara un tiburón, una ballena, un pez espada y un montón de cosas más… jajajajaj… finalmente se tranquilizó cuando le dije que esos animales «están más allá de los cerros  que ves allá enfrente y aquí no llegan», seguimos jugando…

Más tarde el cielo se cubrió de nubes y nos salimos a comer.

Todo fue muy lindo, como de costumbre, sólo que esta vez hubo algo que llenó el momento de magia. Después de comer  estaba de pie en la arena, de frente al mar, cuando una gaviota se acercó…. entonces fui a tomar un poco del pescado que había sobrado de nuestra comida y comencé a lanzarle pedazos pequeñitos al ave… ésta comenzó a volar emocionada hacia mí, sin acercarse demasiado… logró tomar al vuelo la mayoría de las bolitasdepescado pero otras las recogió de la arena o incluso del agua… En ese momento recordé que hace muchos años estando en una discoteca pasaron un video de un pájaro, no era un ave real sino una animación hecha por computadora… yo en aquel momento pensé: esto es patético… nunca se podrá igualar una animación a la belleza en vivo de un ave… Ok, ese pensamiento me llegó mientras alimentaba a la gaviota… y me sentí realmente afortunada de estar  ahí, con ella… interactuando de alguna manera con ese ser libre, maravilloso… Lo mejor de todo fue cuando ella se alzó por última vez agitando  las alas como en cámara lenta… mirándome desde lo alto… fueron 3 segundos que parecieron suspenderse en el tiempo… sentí la belleza manifestándose ante mi, como un regalo… como un agradecimiento por el pescado que le estaba dando… Después llegó mi sobrino y juntos la observamos partir… Fue hermoso…

En fin… esas son cosas que suceden en el mar… ¿dónde más?…  Quiero disfrutar la relación que tengo con él en este momento, jejeje…   seguir conociéndolo… seguir amándolo… y sobre todo aprender de esta nueva relación que tengo con él… en la que ya no necesito entrar, nadar y nadar para sentirlo cerca, o para sentir que soy parte de él, que él es parte de mi… Que así sea…

Acepto el desafío de Verónica y Brenda

Hace tiempo la preciosa y gran poeta Verónica , en la entrada   https://veronicaboletta.wordpress.com/2014/11/19/un-desafio-cual-es-tu-sitio-creativo/  publicó  sobre su sitio creativo:  el lugar desde donde escribe y me invitó (a mí y a otros de esta preciosa  comunidad de la blogósfera) a participar en el desafío de mostrar cada uno su propio espacio de creación… Luego recibí el mismo reto por parte de la encantadora y supercreativa Brenda a través de su post:
https://bremarilaochoa.wordpress.com/2015/01/14/reto-entre-blogueros/
Y entonces siguiendo este lindo círculo les presento mi espacio donde escribo:

Mesita azul

En un rinconcito entre mi cama y la ventana que mira hacia el balcón, desde donde veo hacia el oriente un hermoso cerro (El Sangangüey) , y por las noches, por supuesto,  la luna  cuando me visita. En mi mesita tengo mi laptop, algunos libros, hojas y bolígrafoto, el pisa-papeles que me regaló mi sobrinito, y casi siempre me acompaña una taza grande pues paso el tiempo tomando café (lo primero que tomo en la mañana), té (por las tarde) o agua (a cada rato) cuando estoy frente a mi compu…

Mi librero está en otro lugar, no en mi recámara, pero normalmente tengo junto a mí los libros que estoy leyendo  actualmente, o los que están haciendo fila… en estos momentos estoy con «La Sombra del Viento» de Carlos Ruiz Zafón, es un género que me gusta mucho así que lo estoy disfrutando. Debo decir que casi no leo  sentada a menos que sea  algo en  mi laptop como los blogs, por ejemplo. Cuando se trata de leer libros me gusta que sean de papel  y no electrónicos, que pueda tocarlos, olerlos, sentirlos… y   casi siempre leo acostada en mi cama, de otra forma no puedo concentrarme fácilmente en la lectura…

Algunos libros

Y bien, ahora paso el desafío a algunos amigos y compañeros de la comunidad:

Gema

Enrique

Bellaespíritu

Grojol

José

Marcial

Aquileana

Efe

YJRivas

Misretazos

Dios hecho mujer

Irlandairlanda

Serunserdeluz

Javi-k

Antoncaes

Isabel

Sirena

Becker

Y a cualquiera de ustedes que desee compartirnos la imagen de ese lugar especial donde escribes.

Un cálido abrazo.

Zuri

Magia del nuevo año…

Cuando era muy joven deseaba viajar.  Durante varios años  en la víspera de año nuevo, a las doce en punto  hacía el «ritual» de las maletas: salir y entrar por la puerta varias veces…. yo creo que sí funcionó (jejeje) pues   he viajado más de lo que  imaginé.  Luego, por mucho tiempo, dejé de hacer «rituales» y llegó a mi una cierta indiferencia al año nuevo. Hace 2 años mi amiga Marcella me invitó  a una reunión  entre amigos para hacer vision boards (cuadros  de visualización). Yo fui para pasar un rato chido y participar en lo que Marce organizó con tanta ilusión  pero la verdad estaba muy incrédula en eso de los vision boards… En fin… me dejé guiar por las instrucciones que mi amiga nos dio y plasmé en una gran cartulina  imágenes que reflejaran lo que yo deseaba para el año nuevo apenas iniciado. En realidad fue muy divertido, me sentí como niña cortando imágenes de revistas y pegándolas, dibujando, escribiendo palabras importantes, etc… La onda era colocar el cuadro en un lugar donde lo estuviera viendo todos los días…

No voy a decir que todo se cumplió pero curiosamente la gran mayoría de mis «deseos»  se hicieron realidad… pudo ser mera coincidencia pero el hecho es que meses más tarde yo ya estaba yendo a correr (como lo había visualizado),  tenía bicicleta  y escribía (este blog) …  (si… mis deseos eran bien sencillos, jejeje)… Al inicio del 2014 no hice el cuadro de visualización pero si realicé algunas afirmaciones poderosas respecto a  ciertas  situaciones en mi vida…  y a pesar de los altibajos estoy agradecida por las bendiciones de este año.

Si supieras que el año nuevo te brinda «regalo(s)»,  ¿qué le pedirías? ¿qué desearías para los siguientes 12 meses?… si hubiera la posibilidad de que esos rituales  fueran efectivos, ¿los harías? ¿te pondrías calzones amarillos (para el dinero), comerías las uvas, te vestirías de rojo para el amor, de verde para la salud,  saldrías con las maletas ??

Sinceramente yo tengo mucha ilusión por lo que viene… quiero creer que siguiendo esas  creencias  moveré los hilos del universo para que llegue a mi vida eso que «deseo», y no estoy hablando de algo  que quiero caprichosamente sino de eso que mi corazón, mi espíritu -no sé- necesita…  Tal vez sea algo psicológico, quizá todo tenga una explicación científica pero yo quiero pensar que es algo más… que sí  hay cierta magia que se genera a las 12 de la noche del 31 de Diciembre… que es importante iniciar el año con una actitud de agradecimiento, de amor y con los brazos abiertos para recibir lo que Dios está por brindarnos… Quiero creer que cada 1 de enero es una oportunidad para comenzar de nuevo, dejar atrás el pasado, perdonarlo, agradecerlo,  olvidarlo, y bendecirse con una vibra  fresca, renovada.

Y en realidad no tengo planes específicos, deseo también dejarme llevar por el viento… pero si sé qué emociones  y qué sentimientos deseo para mi vida, eso lo tengo muy claro… así que por lo pronto el próximo miércoles  en la noche me pondré muy linda, con un vestido rojo que elegí para la ocasión… abrazaré a todos los familiares y amigos que se encuentren a mi alrededor,  afirmaré eso que me es importante,  manifestaré un par de deseos y confiaré en que ese poder supremo me ayudará  a lograrlo…

Anticipadamente les deseo un feliz año nuevo. Que las necesidades de su corazón, salud, abundancia y otras bendiciones les sean regaladas por el  2015.

…  Y de mi parte un abrazo cálido y las gracias por estar presentes virtual y afectivamente en mi vida.

El viaje… de regreso

Corriendo junto a  Garda

Después de correr junto a Garda

Después de varios días de haber llegado  de ese viaje tan especial, habiendo superado el mini procesodeadaptación que suelo sufrir cuando vuelvo de Italia,  puedo observar todo desde otro punto de vista, escribir al respecto y compartir la experiencia:

Esa noche, después de despedirme de él, esperé un par de horas el primero de tres vuelos que tomaría.  Me senté a llorar como niña triste y sola en una sala casi vacía… parecía como si el cúmulo de pensamientos, sensaciones, sentimientos que viví esas semanas se hicieran remolino dentro de mi, todas en ese instante… un intenso repaso del   amor adolorido, del encuentro con la ciudad que amo, de mi contacto con los lagos, del cariño dado y recibido, de  una amistad recuperada y fortalecida con una amiga preciosa, de mi ser que parece brillar cuando estoy en ese país… de mi ser que en el  momento del adiós estaba siendo un tornado gris… Tan triste me encontraba  que no me preocupaba ningún detalle de las 25 horas de camino que me esperaban… no tenía fuerzas ni para voltear a ver el monitor de salidas y verificar que ese fuera el gate correcto… me dejé llevar por el movimiento de la gente que comenzaba a llegar  cargados de esa alegría típica de quien está por realizar un viaje de placer… el mío no era un viaje de placer… el mío era el camino    que te aleja, que te despide, que te lanza a la incertidumbre… en ese momento no podía visualizar  todo lo hermoso que me esperaba del otro lado del océano.

Cuando todos comenzaron a abordar dejé de llorar. Me incorporé a la fila y caminé hacia el avión donde comenzó mi entumecimiento… Durante las casi  12 horas de vuelo pude comer, ver un par de películas, dormir y platicar con la chava de al lado, pero no sentir… dejé de sentir dolor ahí arriba… como si los sonido del vuelo   me adormentaran el sentimiento… El cansancio llegó de golpe y tampoco -afortunadamente- pude pensar.

El trayecto culminó después de 3 vuelos y un viaje en autobús de más de tres horas hasta la ciudad donde hoy escribo… Mi padre me esperaba en la estación de autobuses y al verlo fue la primera vez que sonreí…  sin embargo la suya, su sonrisa, por un momento pareció diluirse cuando me vio así, así    desaliñada, así apagada   y con ese nauseabundo  olor a autobús que venía arrastrando…  lo único que deseaba era ver a mi familia y darme una ducha…

Intenté mostrarme bien ante los míos… no deseaba preocuparlos, aunque me conocen tan bien que no fueron necesarias las palabras para comprender lo «fuera de mi» que me encontraba…

Esa noche dormí por 14 horas seguidas.

Los días siguientes traté de ignorar el sentimiento post-Italia que ya conozco  bien… la ciudad me parecía fea… sucia…tan llena de coches… tan cementada… absurda… ruidosa…  incorrecta…  ¿Qué estoy haciendo aquí? me preguntaba… y la voz dentro de mi decía una y otra vez que lo importante no es el lugar, sino las personas… que estoy aquí por estos a quienes tanto amo… Poco a poco la rutina volvió y el malestar fue desapareciendo…  Sin embargo seguía sin llorar… seguía sin sentir como yo siento… Esa no era yo… era una versión silenciada, anestesiada de mí… tal vez  una forma  instintiva de supervivencia emocional…

Pero todo cambió una mañana, el día en que  regresé a la pista.  Con los primeros saltos  encontré  el reflejo de esa mujer en plenitud corriendo junto al lago… sentí el viento rehabilitar  mi alma y la fuerza hacerse cargo de mi cuerpo  que fluyó como si volara junto al agua… era un momento que no tenía que ver con él, ni con Italia, ni con nadie… sólo conmigo… con eso que tanto me gusta y que puedo hacer  en cualquier lugar del mundo… incluso en esta ciudad… tan… tan como es… Después de los primeros kilómetros  me invadió la inspiración y cuando llegué a casa la plasmé en ese que fue  mi post «Eres»  mientras  lloré y reí… comencé a sentirme bien…

Así que supongo que era cuestión de tiempo, de paciencia y amor…  por parte de los míos que están a mi lado cobijándome   pero sobre todo por parte de mí misma…    Sé que todo estará bien, mejor dicho siento que  estará bien… y con esta sensación me quedo por el resto del día… y con algo  de fe  por el resto del mes…  Dejo al año nuevo que se encargue de lo demás…  Un cálido abrazo a todos ustedes.

El viaje

Desempolvo la ilusión, el abrigo, la bufanda, la maleta ansiosa -la atiborro de recuerdos, casi estalla al intentar cerrarla.
La estación de autobús, el primer aeropuerto -un pase de abordar indica el destino que por tanto tiempo pretendí evitar.
El Despegue. No tengo control de nada en este momento. Me dejo llevar. Ya no tengo miedo. Me siento libre.
Llego al segundo aeropuerto. Abro mi libro. Me sumerjo en un mundo donde no importa el movimiento de la gente que va y viene moviéndose al compás del monitor de salidas. Leo; y el tiempo no me hace esperar.
La inspiración me susurra por encima del Atlántico. La noche me acurruca junto a la ventana. Serena me vuelvo parte de los astros.
En el tercer aeropuerto enciendo mi laptop. Escribo. No importa donde esté mis letras me llevan al centro de mi mundo, ese que es siempre, ese que es constante. Escribir es la mejor manera de prepararme para lo que viene. Respiro.
El aeropuerto de Verona es pequeño, como lo recuerdo. Él llega tarde, lo espero sentada en una fría sillita. No recordaba cómo se siente aquí el invierno… Cuando lo veo entrar, corriendo hacia mí, sonrío y anulo la queja por retraso. Nos abrazamos: él como si nada hubiera pasado, yo con una extraña timidez en el alma. Aquí inicia el viaje.

Este año…

Hace un año no deseaba festejar. Acababa de regresar de un largo largo viaje. Parecía que mi cuerpo y mi mente sentían el cansancio acumulado de  los últimos años  en los que una mezcla de amor, aromas, ciudades,  rostros, montañas rusas emocionales, abrazos,  adaptaciones, mudanzas, nostalgias, lugares nuevos… lugares añejos… hogares…despedidas… tantas despedidas  abrumaban mi sentir  conmocionado por el último adiós, aquél día, en aquel aeropuerto…  Me recuerdo en mi cuarto, llena de melancolía, lo único que se me antojaba era dormir…  Sin embargo me levanté y disfruté  serenamente el día junto a los míos.

En realidad han pasado sólo 12 meses pero parecieran más cuando me doy cuenta de todo lo que hice este periodo. No me refiero a actividades, hablo de lo que sucedió en mi interior… la manera en que poco a poco me fui sintiendo mejor y fui ganando la batalla contra esa otra Zuri que no era yo. No sé si me he recuperado por completo pero sé que cuando me miro al espejo me reconozco, sonrío, me gusta lo que veo.  Lo mejor de todo es  saber  qué es lo que sana, lo que me sana: el cariño y el amor de mi familia; la compañía de mis amigos; el arte, la música, las pequeñas actividades  tan simples pero tan motivadoras como correr, ver películas, andar en bicicleta, leer; escribir, escribir, escribir; la luna, el mar, la montaña,  la naturaleza; y, la fe… la fe que tengo en esa fuerza superior, y algo muy especial: la fe que tengo en mi y que voy recuperando cada día más, a pesar de los altibajos.

Así que… hoy me siento bien para decir con  convicción que dentro de unas horas será mi cumpleaños y quiero festejarlo. Hacía mucho que no sentía emoción por hacerlo… y mi manera de celebrar es muy simple:  se trata de un desayuno con mis padres… una mañana cocinando mi platillo favorito con mi mamá para la comida familiar -en mi honor- … y  una cena con amigos, los amigos que están aquí, en esta ciudad… Faltarán tantos que se encuentran en el mundo, lejos, cerca… en otros escenarios, otros climas… pero sinceramente no me importa la distancia, ni el tiempo que tenga sin verlos… lo que siento hoy va más allá de la presencia física… Por último lo festejo así, junto a ustedes, mis queridos amigos de letras, de poesía… a quienes tengo un cariño peculiar, quienes ya son parte de mi mundo…

Y bien, como regalo quiero abrazos,  chiqueos,  muchos chiqueos, besos, poesía… una pieza de blues con la voz de Nina Simone (bueno, esa ya la estoy escuchando en este momento)… una luna casi llena,  más de 35  (y menos de 40) velitas en el pastel… y… y  ya… todo lo demás está aquí, en mis brazos, en mi mente, en mi recuerdo, en mi sentir…

Dios nos bendiga.

¡¡Feliz cumpleaños a mi!!

El ruiseñor

Extraño   la presencia constante del agua… el mar, los lagos… No es lo mismo ir a la playa el fin de semana que tenerla siempre presente, vigilante  en los movimientos, en los ritmos cotidianos… Pero  creo que  cuando tienes carencia  de algo  en una de tus manos, tienes bendiciones en la otra… es así que últimamente me he sentido muy maravillada por cosas «mágicas» que me suceden… yo las considero regalitos que la naturaleza me está brindando…

Ayer caminaba hacia la pista para correr cuando comencé a escuchar un cantar de ave precioso. Era un sonido alegre y  coquetón, mientras me acercaba a un fresno enorme, exuberante  la canción se hacía más intensa. Me detuve unos segundos y alcé la mirada. Busqué hasta encontrarlo: era un pájaro bastante grande, estaba lejos y no logré definir bien sus formas y colores pero  por lo que investigué al llegar a casa me parece que era un ruiseñor. Casi sentí que me miraba, que era a mi a quien dirigía su música. Estuve un rato mirándolo con fascinación y él no dejó de cantar ni un momento, hasta que finalmente me alejé.

Fue como si algo se despertara en mi.  Un viento inusual llegó mientras corría.  Elevé de nuevo la mirada y vi  las hojas de los árboles estremecerse…  parecían barrer el cielo, ese cielo que lucía más brillante que de costumbre…  Por un momento sentí que me perdía en esa extraña sensación… ¿cómo definirla? mística… como si una parte de mi estuviera conectada al viento hasta el vibrar de los árboles… luego la luminosidad cambió,  miré como el  cerro del poniente era abrazado por las nubes que descendían con rapidez… wow, qué belleza, qué espectáculo… después  una brisa suave sobre mi piel…  me sentí viva, profundamente viva al interior y  al exterior.

El regreso a casa no pasó desapercibido con un exquisito  aroma a  flores que la lluvia evaporaba por doquier.   No sé si fueron las emociones vividas o el cansancio físico, que la noche  llegó contundente y fui presa de un sueño profundo.

Esta madrugada, por ahí de las 4:00 algo me despertó. Me  levanté  ligeramente y  vi a través de la ventana… El cerro del oriente, cuyas tonalidades verdes conozco bien ¡¡tenía destellos azules!! azul-verdoso, que contrastaba el  marino del cielo, el pálido de las nubes y el rojo del amanecer naciente…  Sonreí maravillada. ¡¡¡ GRACIAS!!!  Pestañeé un par de veces y grabé la imagen en mi recuerdo…. hasta esta mañana en que al despertar todo me parece   fantástico y    por primera vez en mucho tiempo, no extraño el agua…