Hace tiempo vi un post que circulaba en fb, éste decía: ¿Cuándo fue la última vez que hiciste algo por primera vez?. Recuerdo que cuando lo leí me hice la pregunta y no pude responderla, al menos no satisfactoriamente; hacía mucho tiempo que no hacía algo por primera vez, o al menos no eso que valiera la pena recordar.
Se aproxima el fin del 2013. Ha sido un año de fuertes altibajos y sinceramente hace 2 meses no tenía expectativas sobre el resto del año. Sufría una fuerte depresión, aunado a un TOC cada vez mayor, y lo único que deseaba es que el 2013 terminara de una vez por todas. Jamás imaginé que algo pudiera cambiar, ni mucho menos que la ciudad donde me encuentro, la gente o yo misma lograran causarme alguna grata sorpresa.
Y cuando menos lo esperas la vida te sacude los propios esquemas, te cuestiona y te… sorprende…
Fue así que ayer me presenté a tiempo en el punto de encuentro con mi nuevo grupo de amigos -corredores, ciclistas, y aventureros-, a quienes conocí hace apenas unas semanas. La invitación hablaba sobre un paseo en bicicleta hacia un temazcal, cercano a Tepic. El temazcal no era la atracción para mi, de hecho no sabía precisamente en qué consistía uno, lo que me latía era la idea de pasear en bicicleta en las afueras de la ciudad; nunca lo había hecho y sonaba a aventura.
Clima: frío y ventoso, con pronóstico de lluvia (que no ocurrió)
bicicletas: 6 (los demás en coche)
mi bici: city bike – bastante chafa- de mujer… (no apta para subidas ni caminos de terracería)
accesorios: ninguno, pero Doc insistió en prestarme su casco
condición física: leve…(sin embargo mucho mejor que hace 2 meses)
actitud: eso si, ¡mucha!
Doc y Andrés parecían turnarse para cuidarme ubicándose a mi izquierda en la carretera… pensaban que no sabría andar en bicicleta -desconocían que en Italia este es mi medio de transporte- aunque en realidad si era mi primera vez con ese estilo de bici, en ese lugar, en ese tipo de camino…
Al salir de la ciudad todo fue más hermoso. En el cielo las nubes entremezcladas con los últimos rayos del sol nos hicieron compañía. La lluvia previa de la mañana había mojado los campos y éstos brillaban en verdes, amarillos, rojos de particular resplendor… increíble que existan lugares tan hermosos apenas a unos kilómetros de Tepic…
En poco tiempo las obras de los hombres desaparecieron del paisaje… no cables, no construcciones, no gente… sólo cerros, árboles, flores, campos silvestres… la belleza te encuentra, cuando menos lo esperas, donde menos lo imaginas.
El primer obstáculo fue una subida difícil para mi y mi bicicleta de 3 cambios… Si Dios me dio estas piernas es el momento de aplicar su fuerza… ¡prueba superada! no tuve que bajarme ni cambiarle la bici a mis amigos. Euforia por haberlo logrado…
-no afrenes, dijo Andrés al avecinarse un pronunciado descenso
-waaaaaaaaaaaaa!!!!! ¿esto que siento es… adrenalina? la velocidad tiene un efecto estimulante en bicicleta… todo lo demás parece estático. Eres sólo tú, el viento en el rostro, los aromas que el bosque libera después de la lluvia, el zumbido que silencia cualquier rumor.
Unos kilómetros más tarde nos encontramos en el lugar. Los demás (la mayoría desconocidos para mi) ya estaban ahí, esperándonos. Cuando llegamos yo me sentía feliz como hacía mucho no lo estaba…. tenía esa felicidad cuya intensidad alcanza su máximo en cuestión de segundos, y luego te deja exhausto, sereno y satisfecho.
Caía la noche. En medio de la selva sobresalía un pequeño manantial y junto a él una especie de estructura de palitos -en forma de iglú- estaba siendo cubierta preparándose para la ceremonia que iniciaba cuando nosotros llegamos. Era el temazcal.
No se cuántas personas éramos, tal vez 30, o más. Un hombre dirigía las oraciones. Parecía un ritual prehispánico. Me siento como en una película mexicana satírica. Miré a Diana y ella comprendió mi sentir. Hicimos esfuerzos por no reírnos. No era burla, era más bien nerviosismo por eso tan nuevo, tan desconocido para mi, o quizás una manera en que mi rebeldía ante las liturgias se manifestaba. Respeto, contrólate y respeta.
Cuando supe que todos nosotros entraríamos al temazcal (que parecía tan pequeño para tal cantidad de gente) y estaría en contacto directo con personas que veía por primera vez pasé de la euforia del previo paseo al miedo que sólo un obsesivo compulsivo puede comprender.
Todo sucedió muy rápido y casi sin darme cuenta estaba adentro. -Siéntate a mi lado Andrés, no quiero estar en medio de extraños. Adelante de mi una chava, a mi derecha un joven desconocido, después Diana y luego Tal-Iván. A mi izquierda Andrés y detrás de nosotros el techo que cubría el temazcal y nos separaba del aire fresco selvático. El suelo era tierra que en poco tiempo se transformó en lodo con la humedad. El calor comenzó a sentirse muy fuerte. Mi primer instinto fue levantar la carpa y escapar. Pero no lo hice, y no se por qué… estar en ese lugar iba en contra de mi semi- claustrofobia, mi afán por lo limpio, los límites que establezco en el contacto con personas extrañas, etc. etc.
En medio unas rocas calientes llamadas «Abuelitas» fueron rociadas con agua y el vapor me golpeó la cara. -Esto no me gusta, Andrés, ¿se puede salir uno? – no, nadie se sale. No te va a pasar nada.
-Diana, Diana, ¿estás bien? -Si, tranquila, relájate. Para mi hermana ésta era la segunda vez en la ceremonia, a diferencia de Talibán quien como yo estaba muy sacado de onda.
-Respira lentamente Zuri
-¡¡No puedo!! siento que me ahogo . El calor lo sentía en la piel, en el aire caliente que me sofocaba, en los ojos ardiéndome. Comencé a sudar -Temazcal significa Casa de Sudoración, dijo el hombre. Oh my God, oh my God.
– Baja tus pulsaciones Zuri, es lo que hago yo
– ¿Cómo?
-Todo está en la mente, concéntrate
-Tu eres un ultramaratonista, casi un super-héroe, ¡yo no tengo tu poder mental! ¿cómo bajo mis pulsaciones? (Andrés insiste en que no la alimentación, no es su cuerpo, sino su mente la que le permite correr por horas y horas, decenas de kilómetros, sin desfallecer)
Me puse de un nervioso parlanchín mientras los demás disfrutaban del calor y se concentraban en las palabras del hombre que conducía la ceremonia.
-Hola, ¿tú ya habías estado aquí?
-si, varias veces, ¿y tú?
-Es la primera vez, no puedo respirar, tengo miedo, creo que no voy a aguantar
-No tengas miedo. Las palabras del desconocido número uno me tranquilizaron mágicamente –todo está en la mente- Gibrán dejó de ser un extraño para convertirse en mi hermanito de temazcal. Mi palpitar disminuyó.
Mis brazos rozaban los de Andrés y Gibrán, pronto el sudor se mezclo y pensé que me incomodaría pero ya era demasiado tarde, mis pensamientos estaban más enfocados en sobrevivir la situación, en mantenerme tranquila, en algún lugar fresco, fuera del calor -todo está en la mente. De repente me imaginaba enterrada viva, cómo haría para conservar la respiración y el poco aire mientras fuera rescatada. Luego cuando había silencio, cuando los demás no oraban, cantaban, o tocaban tambores, podía escuchar el agua corriendo del manantial, y me imaginaba ahí –todo está en la mente.
No se cuánto tiempo pasó ¿ una hora? mucho tiempo durante mi ansiedad… Cuatro veces se encendió el vapor. En ese transcurso cada minuto mi cuerpo se acostumbraba, resistía más el calor y entonces pude disfrutarlo, sentí el aroma de los aceites aromáticos, romero, eucalipto… cuando la humedad era muy intensa me tendía en el lodo para refrescarme y respirar mejor. Cuando me sentí bien pude cantar, aplaudir, tomar de la mano a la chava de adelante, recibir y darle masaje al desconocido, bañados en lodo y sudor. Algo estaba sucediendo, que de repente, el miedo, se fue. Y lloré.
Cuántas emociones para un sólo día… euforia, ansia, tranquilidad, miedo, adrenalina, angustia, serenidad… serenidad… fue el último sentimiento antes de salir del temazal. Pensé que no lo lograría. Deseé salirme desde el primer minuto, y algo me hizo sobrepasar la claustrofobia, al sofocamiento, a la fobia.. y me quedé hasta el final.
La ceremonia terminó. Tal-Iván y yo habíamos sobrevivido a esa experiencia que en palabras suyas «fue más difícil que correr un maratón».
Después del calor vino el baño en el río. En la obscuridad el agua del manantial brillaba invitante. Fría si, pero deliciosa… Jugamos como niños en el agua, librándonos del lodo, revitalizándonos. Luego – después del baño- las últimas emociones, el frío llegó de golpe y llegó la inevitable hora de irse.
Para mi fue sin duda una de las experiencias más intensas que he vivido en cuestión física, psicológica y emocional. Mi primer paseo -ese tipo de paseo- en bici, mi primer temazcal, la primera vez que estuve tan cerca emocionalmente de un grupo de desconocidos, la primera vez vencí ciertos miedos y que ignoré otros… la primera vez le demostré a mi cuerpo y a mi mente, que puedo bajar mi ritmo cardíaco, controlar la respiración, llevar mis pensamientos a un lugar hermoso, lograr la tranquilidad que supera el pánico.
Todo está en la mente. Dice Andrés… y quizás no es cuestión de la mente… tal vez es el espíritu que se manifiesta… o la fuerza que pareciera llegar de forma externa, divina… posiblemente todo eso… Y agradezco a la vida que me sorprende, pero sobre todo agradezco poder sorprenderme a mi misma. GRACIAS.