Imagen: «Todavía me quedan los insomnios» de Fernando Cabral. Técnica: Tinta china sobre papel
El monstruo es un signo de interrogación. Una pregunta rotunda, inflexible que la desgarra.
Ella enfrenta la duda, enfila su espada y la hace pedazos… trozos que reviven en otras preguntas. Lucha, las responde pero esas cuestiones la llevan a más y más interrogantes. No logra controlarlas, apenas soluciona una y otras crecen de forma exponencial. El ruido en su cabeza es insoportable. Enloquece.
Caída en el abismo se abraza a las piernas y apoya el rostro en sus rodillas. Cierra los ojos.
En su desesperación pide ayuda intentando -por instinto- evocar imágenes, aromas, sonidos, tactos que silencien esas voces -los ecos del miedo.
Entonces un portal se abre y a su mente arriban
los colores de Matisse -Respira
Aurora boreal – profundamente respira
La voz de Bowie -solloza
«A caballo Tarumba, hasta el vertedero del sol» de Sabines – grita
El requinto de Gilmour – llora
Extracto de café -suspira
Canto de ballenas -escalofrío
Abrazo de árbol – extiende su cuerpo
Destello verde sobre el mar – abre los ojos
«Se una notte d’inverno un viaggiatore» de Calvino – alza la mirada
Un niño en bicicleta porta a E.T hacia la luna – limpia sus lágrimas
En días de tormenta… en los que no puedo pensar con claridad, en los que no logro explicarlo, ni escribir, ni llorar… encuentro en la poesía una puerta que me conduce a un lugar mejor, lejos del miedo… hoy leí un poema de Matias Bugallo y algo en su intensidad, su honestidad y su belleza me hizo recordar a mi querido Jaime Sabines… ese poeta maravilloso que solía leer con pasión en mi juventud temprana… y vino a mí el recuerdo esa sensación reconfortante que solía experimentar al imaginar que en el mundo existía alguien cuyas letras definían algo de mi propio sentir, algo de mi vivir… era increíble el que mis emociones encontraran una imagen a través de las palabras de otro -él, el poeta, mi poeta. El tiempo pasó y dejé de leer poesía en igual medida, posiblemente porque me enfoqué en otros géneros de literatura… tal vez porque no volví a sentir esa empatía con poemas de otros… quizá porque algo cambió en mi…
Fue hasta hace poco, cuando comencé a leer sus blogs (si amigos, sus blogs), que renació mi amor por la lectura de poemas… hoy las palabras de Mati me trasladaron a esas tardes en la que bajo el cobijo de un árbol me conmovía profundamente con las palabras de Jaime Sabines… de quien no diré más pues deseo que lo conozcan -quienes no saben de él- a través de sus palabras, ¿de qué otra forma? …
Si intentara decidir con detalle qué poemas mostrarles no terminaría pues serían muchos, muchísimos… entonces elegí poner los 3 primeros que recordé espontáneamente… los tres hermosos, los tres especiales… los comparto con todos ustedes con profundo cariño, esperando los hagan vibrar, como a mi.
«NO ES QUE MUERA DE AMOR»
No es que muera de amor, muero de ti.
Muero de ti, amor, de amor de ti,
de urgencia mía de mi piel de ti,
de mi alma, de ti y de mi boca
y del insoportable que yo soy sin ti.
Muero de ti y de mi, muero de ambos,
de nosotros, de ese,
desgarrado, partido,
me muero, te muero, lo morimos.
Morimos en mi cuarto en que estoy solo,
en mi cama en que faltas,
en la calle donde mi brazo va vacío,
en el cine y los parques, los tranvías,
los lugares donde mi hombro
acostumbra tu cabeza
y mi mano tu mano
y todo yo te sé como yo mismo.
Morimos en el sitio que le he prestado al aire
para que estés fuera de mí,
y en el lugar en que el aire se acaba
cuando te echo mi piel encima
y nos conocemos en nosotros,
separados del mundo, dichosa, penetrada,
y cierto , interminable.
Morimos, lo sabemos, lo ignoran, nos morimos
entre los dos, ahora, separados,
del uno al otro, diariamente,
cayéndonos en múltiples estatuas,
en gestos que no vemos,
en nuestras manos que nos necesitan.
Nos morimos, amor, muero en tu vientre
que no muerdo ni beso,
en tus muslos dulcísimos y vivos,
en tu carne sin fin, muero de máscaras,
de triángulos oscuros e incesantes.
Muero de mi cuerpo y de tu cuerpo,
de nuestra muerte ,amor, muero, morimos.
En el pozo de amor a todas horas,
inconsolable, a gritos,
dentro de mi, quiero decir, te llamo,
te llaman los que nacen, los que vienen
de atrás, de ti, los que a ti llegan.
Nos morimos, amor, y nada hacemos
sino morirnos más, hora tras hora,
y escribirnos y hablarnos y morirnos.
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«A CABALLO»
A caballo, Tarumba,
hay que montar a caballo
para recorrer este país,
para conocer a tu mujer,
para desear a la que deseas,
para abrir el hoyo de tu muerte,
para levantar tu resurrección.
A caballo tus ojos,
el salmo de tus ojos,
el sueño de tus piernas cansadas.
A caballo en el territorio de la malaria,
tiempo enfermo,
hembra caliente,
risa a gotas.
A donde llegan noticias de vírgenes,
periódicos con santos,
y telegramas de corazones deportivos como una
bandera.
A caballo, Tarumba, sobre el río,
sobre la laja de agua, la vigilia,
la hoja frágil del sueño
(cuando tus manos se despiertan con nalgas),
y el vidrio de la muerte en el que miras
tu corazón pequeño.
A caballo, Tarumba,
hasta el vertedero del sol.
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«NO ES NADA DE TU CUERPO»
No es nada de tu cuerpo
ni tu piel, ni tus ojos, ni tu vientre,
ni ese lugar secreto que los dos conocemos,
fosa de nuestra muerte, final de nuestro entierro.
No es tu boca -tu boca
que es igual que tu sexo-,
ni la reunión exacta de tus pechos,
ni tu espalda dulcísima y suave,
ni tu ombligo en que bebo.
Ni son tus muslos duros como el día,
ni tus rodillas de marfil al fuego,
ni tus pies diminutos y sangrantes,
ni tu olor, ni tu pelo.
No es tu mirada -¿qué es una mirada?-
triste luz descarriada, paz sin dueño,
ni el álbum de tu oído, ni tus voces,
ni las ojeras que te deja el sueño.
Ni es tu lengua de víbora tampoco,
flecha de avispas en el aire ciego,
ni la humedad caliente de tu asfixia
que sostiene tu beso.
No es nada de tu cuerpo,
ni una brizna, ni un pétalo,
ni una gota, ni un grano, ni un momento.
Es sólo este lugar donde estuviste,
estos mis brazos tercos.
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Y «LOS AMOROSOS»… uno de sus más especiales poemas, en su propia voz.
Título de la imagen «Detrás de las Nubes» (Acuarela y tinta) Artista: Fernando Cabral
A la luna llena le pidió un amante.
Así llegó un amigo -no quiero un amigo, quiero un amante;
un protector -no quiero un protector, quiero un amante;
un esposo -no quiero un esposo, quiero un amante;
un compañero intelectual -no quiero un compañero intelectual, quiero un amante;
un maestro espiritual -no quiero un maestro espiritual, quiero un amante;
Por fin el amante llegó y éste satisfizo su pasión durante 28 noches.
La luna llena del 29 la deslumbró con su hermosura provocando en ella un inusual fastidio por él así que lo abandonó sin reparo.
Entonces la luna decidió sorprenderla enviándole un hombre: amigo, protector, esposo, compañero intelectual, maestro espiritual y amante, todo al mismo tiempo; del cual no deseó alejarse, ni siquiera en noches de llena.
La noche anterior había soñado el mar de un color aguamarina, transparente, en calma. Por eso cuando hicieron el sorteo y a su equipo le tocó el «peor» hotel de la lista Lina no se quejó como los demás pues sabía que todo estaría bien en Varadero.
«Estar bien» significaría llevarse chido con sus compañeros, comer rico y tener tiempo libre suficiente para ir a la playa o de paseo… nunca imaginó que aquel alojamiento pequeño y poco equipado sería el escenario donde lo encontraría a él.
Si la última noche en Varadero hubiera rechazado la invitación de los otros para ir al bar porque planeaba relajarse sola en la alberca a manera de despedida… Si el hotel ofreciera más variedad de fruta… si ella no hubiese tenido que guardar un precioso y preciado limón en su habitación para una ocasión especial… y si no hubiera tenido que subir al cuarto por el limón porque ese pollo al horno que la esperaba en el comedor necesitaba -definitivamente- unas gotas de cítrico… entonces Lina no habría pasado corriendo exactamente a las 8:27 por el punto debajo del olivo en el caminito del restaurante al edificio principal, donde Emiliano apareció de un salto en medio de la obscuridad.
Si no hubiese sido así… no habrían chocado sorpresivamente…. mirado de frente, sonreído, saludado -ella en Español y él en Italiano-, platicado; ella no lo habría invitado a cenar a su lado; él no habría pedido el vino, tampoco dicho luego -andiamo in piscina-; No habrían subido rápidamente a ponerse los trajes de baño, entrado al agua tibia, jugueteado un poco a perseguirse, acomodarse debajo del puente -donde nadie los veía… Emiliano no se habría acercado, no la habría besado -firme y decidido- ni ella habría respondido intensamente.
Tal vez fue la belleza de ambos, su encanto, la plática, el verano, el vino, la serenidad de la noche, el saber que era la última… quizá fue casualidad, mera coincidencia todo aquello que hizo a Lina y Emiliano decidir volverse a ver en La Habana pocos días después… en Toronto el año siguiente… en Europa dos años más tarde…
Es un sábado fresco, azul, luminoso; de olor a tierra mojada que me hace recordar la relajante lluvia de anoche. Un momento de serenidad en el que me preparo a leer… escribir… rodearme de los míos… ver un filme… comer algo rico… y escuchar música hermosa, como esta pieza… que deseo compartir con ustedes.
Se llama «Buongiorno Principessa» y la compuso Nicola Piovani como parte del soundtrack de la película de Roberto Benigni (La Vita è Bella). Es interpretada por el tenor griego Mario Frangoulis.
A mi me encanta la voz de Mario pero más me gusta su intensa manera de cantar, de expresar, de vivir cada canción… Aquí la dejo … magnífica… que cuando la escucho me lleva a un lugar precioso…
Hice la traducción de la letra, para ustedes (debajo del video), porque creo es necesario comprender cada una de las frases de tan lindo poema que es esta rolita… Buen fin de semana para todos.
Título de la obra: «Broten… Broten…» (Tinta china sobre papel) Artista: Fernando Cabral
Hace unos días vi una película que trata sobre la vida de la poeta estadounidense Sylvia Plath (1932-1963). El filme no me gustó tanto pero ciertamente condujo mi atención hacia su obra -debo admitir que no la conocía- Inmediatamente me puse a investigar más sobre la vida de la escritora y me entristeció percibir tanto sufrimiento a lo largo de su existencia… ese arduo camino sin fin en el que no lograba encontrarse a sí misma ni estar satisfecha con lo que hacía, a pesar de su indiscutible talento. No es difícil darse cuenta que Silvia sufría de fuertes depresiones, que posiblemente se le fueron detonando a raíz de la muerte de su padre -cuando ella tenía apenas 8 años de edad-.
Su matrimonio con el también poeta Ted Hughes la llevó por duros alti-bajos, me parece que por el celo profesional hacia su marido y por la desconfianza que le tenía sobre posibles infidelidades… finalmente él la dejó por otra mujer y ahí comenzó una etapa en la que Sylvia plasmó con más facilidad su desesperación y sufrimiento en poemas tremendos… Su profunda inestabilidad emocional la llevó al suicidio, dejando a sus dos hijos pequeños.
Seguramente su etapa más «productiva» como escritora se desarrolló en sus peores momentos emocionales… y entonces, me pregunto: ¿valió la pena? ¿sus terribles depresiones fueron el precio que tuvo que pagar para realizar su obra? y pienso con aflicción en Edgar Allan Poe, Van Gogh, en los «poetas malditos», en aquellos de la maldición del «Club de los 27» y tantos y tantos escritores, artistas, músicos que crearon grandes obras pero que tuvieron vidas realmente tormentosas… ¿valió la pena? Si fuera posible habrían preferido llevar una vida «normal» sin depresiones inacabables pero éxito ni obras para la posteridad? ¿Acaso los grandes creadores están ligados a vidas o constantes experiencias borrascosas? me niego a creerlo…
Y llevando el tema a mi propia realidad… si creo que en mis momentos «de tormenta» he escrito líneas muy buenas (al menos para mi), pero no pienso que sean lo mejor de lo que he hecho… Mis poemas, cuentos, etc. que han fluido bajo una gran inspiración han surgido después de experiencias naturales, lindas, intensas, emocionantes, de sensibilidad serena, de aprendizaje… El sufrimiento puede ser una fuente de poder literario pero ojalá no fuera así… ojalá no se tuviera que vivir en estado adolorido para producir lo mejor de uno mismo… que hermoso que la mejor creatividad naciera sólo de la dicha y no de la desolación… pero lamentablemente no hay nada escrito en cuando a «creatividad» se refiere… y sin embargo me abrazo a la convicción de que no necesariamente se tiene que vivir en agonía para realizar algo hermoso y profundo… Y si el precio de escribir fuera el dolor, yo preferiría el goce , la felicidad, la vida, aunque mi pluma se quedara sin tinta… Pero sé, agradecidamente sé, que mi inspiración viene de la luminosidad no de la obscuridad…y mi bolígrafo está lleno.
¿Ustedes qué piensan? ¿cómo afectan sus emociones y estados de animo su proceso creativo?