Desempolvo la ilusión, el abrigo, la bufanda, la maleta ansiosa -la atiborro de recuerdos, casi estalla al intentar cerrarla.
La estación de autobús, el primer aeropuerto -un pase de abordar indica el destino que por tanto tiempo pretendí evitar.
El Despegue. No tengo control de nada en este momento. Me dejo llevar. Ya no tengo miedo. Me siento libre.
Llego al segundo aeropuerto. Abro mi libro. Me sumerjo en un mundo donde no importa el movimiento de la gente que va y viene moviéndose al compás del monitor de salidas. Leo; y el tiempo no me hace esperar.
La inspiración me susurra por encima del Atlántico. La noche me acurruca junto a la ventana. Serena me vuelvo parte de los astros.
En el tercer aeropuerto enciendo mi laptop. Escribo. No importa donde esté mis letras me llevan al centro de mi mundo, ese que es siempre, ese que es constante. Escribir es la mejor manera de prepararme para lo que viene. Respiro.
El aeropuerto de Verona es pequeño, como lo recuerdo. Él llega tarde, lo espero sentada en una fría sillita. No recordaba cómo se siente aquí el invierno… Cuando lo veo entrar, corriendo hacia mí, sonrío y anulo la queja por retraso. Nos abrazamos: él como si nada hubiera pasado, yo con una extraña timidez en el alma. Aquí inicia el viaje.