La niebla II

Las letras me invaden

caen sobre mí huracanadas

son el viento donde vuelo.

Dejo llegar la niebla

me penetra

es el lugar donde alberga mi nostalgia

me lastimo fumando

acaso el último cigarro

el último recuerdo

esperando el día nuevo

donde habite el silencio

que me lleve al lugar

para dejar de huir.

Looking up

(Imagen tomada de la red)

(Imagen tomada de la red)

Hoy finalmente me doy la tarde libre y salgo de casa  a la puesta del sol  dispuesta  a moverme   sin presiones ni   límites de tiempo.

Lo primero que se activa es mi olfato. Una cuadra antes de llegar a la cancha de atletismo percibo el olor de los pinos que rodean la pista; entonces mi cuerpo  se acelera deseando llegar, saltar, correr; entonces vuelo.

El   viento es fresco como lo espero. El perfil del cerro se ilumina con los cambios de luz del atardecer. Siento el movimiento de mis piernas y me transporto… y estoy junto al lago, mis brazos se extienden deseando alcanzar el agua de la  orilla… y estoy junto al mar, veo ballenas saltando  y   gente paralizándose   al  mirarlas…  y estoy en la ciudad de los naranjos, salto en la calle que huele a azahares… y estoy… en tantas partes … y estoy aquí, bajo el cielo que  se torna azul cobalto.

La última vuelta desacelera mi ritmo.  Termino.  Respiro y contengo la euforia, la dejo ir.  Me coloco en el suelo. Estiro las piernas. Mi ritmo cardíaco se tranquiliza. Me relajo de golpe, me canso, me dispongo a alzarme pero no quiero irme. Me recuesto, me extiendo. No me importa la tierra o el frío de la pista bajo mi espalda. Alzo la mirada. ¿Cuándo fue la última vez que vi el cielo de esta forma?  Ha pasado tanto tiempo.

El espacio se presenta interminable. Los sonidos nocturnos son más claros.  Un ave  vuela y gira   sobre mí,  yo le sonrío.  Los insectos del bosque no me perturban.   Las ramas de los árboles bailan en  las sombras de la noche.

Me quedo un rato así -qué sensación de libertad irradia  la estrella fugaz,  mi deseo- hasta que la ciudad enciende sus luces y mi cielo pierde el brillo de su obscuro.

Me despido. Salgo… y cambio mi ruta para llegar a casa -un camino más largo-  sin prisa.

La noche del piano

piano

(Imagen tomada de la red)

Caminaba de un lado a otro trayendo mis cosas, intentando acomodarlas bien en la maleta. Me sentía abrumada, no por el estrés previo a mi partida, no por intentar que todo cupiera en mi equipaje, no por tener que levantarme tan temprano al día siguiente. Estaba triste, adolorida con ese dolor que se siente cuando algo se desprende de ti, cuando te desprendes de un lugar, de algo, de alguien… A lo largo de mi vida he vivido un sinfín de despedidas y sin embargo sigo sin acostumbrarme a esa sensación… Ella podía percibirlo. Ella vivía su propio desasosiego. Por eso prefirió permanecer en la planta baja y no mostrarme el extraño brillo en sus ojos.

Comenzó a llover. Durante mi estancia habíamos presenciado días soleados, calurosos. Yo le decía que el sol suele acosarme, que tan pronto como me fuera comenzaría el otoño, la temperatura bajaría y yo no habría podido disfrutar el  frío que tanto me gusta… Me sentí irritable para no sentir angustia. Cerré las ventanas refunfuñando. Deseaba permanecer ahí sin tiempo definido, pausar un poco más mis otras vidas, seguir disfrutándola,  descubriendo su mundo.  Quería aprender más de mí misma a través de su sabiduría, concebirme parte de un todo a través de nuestra inexplicable conexión. Deseaba profundizar a su lado más de los secretos del vivir.  Esas semanas juntas no eran suficientes. No sabía cuánto tiempo hubiese sido necesario.

Luego un sonido rompió el ruido de mis pensamientos. Una nota. Un acorde. Ella comenzó a tocar su piano  por primera vez desde el día de mi llegada. “What a wonderful world”, que yo había estado tarareando horas antes, sonó en toda la casa. Su timidez escénica se volvió una intensa apertura a las emociones que liberaba a través de la música. Un incontenible sentimiento me hizo llorar. Era sublime. Hermosa melodía, preciosa amiga, maravillosa sensación.
Intente bajar las escaleras, acercarme, abrazarla, agradecerle, pero decidí no quebrantar el hilo de su lenguaje, su manera de decirme adiós, de expresarme su amor.

Entonces, por fin  serena. Me dispuse a seguir haciendo la maleta, que ya no parecía indomable. Abrí las ventanas. Dejé entrar el olor de la lluvia y respiré. Suspiré profundamente sabiendo ya que no necesitaba más tiempo, que todo estaba listo, que podía finalmente despedirme; aunque ya no fuera necesario. Ella siguió tocando el piano, lo hacía con tremenda maestría y belleza, sin darse cuenta de que yo la acompañaba, desde mi habitación, cantando “blue moon, you saw me standing alone…”

Después de la lluvia

Después de la euforia llegó
inexorable
el dolor
con la lluvia
el viento
la tormenta
se filtra
gota a gota
en las paredes cuyos cuadros pintaste
en las grietas del closet que guarda aún tu ropa
en la puerta que te abrió paso aquel día
emerge del fondo
manifiesta
su presencia
en un futuro inexistente
dejando sólo preguntas
que conducen a más preguntas
llegan todas de golpe
me confundo
me mareo
me hundo
me asfixio
me ahogo
no puedo resistirme
no puedo luchar
sólo puedo fluir
en el dolor
después de la lluvia

El cuerpo lo sabe

 

Tamara

«La durmiente» (Tamara de Lempicka)

Lo sabe
antes que la predicción
antes que la mente

El cuerpo
y su sabiduría oculta
lo intuye
como un animal que confía en su instinto
huele
percibe
siente
comprende
eso que el corazón se niega a aceptar

Entonces la punzada en el vientre
el temblor de brazos
el oprimir del pecho
el respiro  cortado
la mirada ciega
el latido al precipicio

Porque el cuerpo
mi cuerpo
ya lo sabía

La diferencia es que ese día -el día-  decidí escucharlo

Duelo Dualidad

Dualidad

«Dualidad», obra de Rufino Tamayo

Se preocupan porque no me ven llorar
Miro un punto fijo en la pared
sin expresión

I’m freezing
I’m on fire
I’m into the wild
I’m out there -nowhere
I’m inside

Euforia
sadness
inspiración
bloqueo

Miro las olas de frente
se arrebatan
monstruos de espiral
sólo quiero sumergirme
dejarme conducir
somewhere over the rainbow

Emoción
tristeza
angustia
incertidumbre
cansancio
energía

Me miran como queriendo pautar mi sentir
qué hacer
qué está bien
qué es normal
qué no lo es

Certeza
convicción
fortaleza
libertad
grito
represión

Estoy al lado del camino
sin camino

Run
stay
ride
fly
walk
come here
come closer
closer
far, so far away

No intentes escribir mi siguiente capítulo
no me digas qué hacer
no pretendas que deje de equivocarme
que madure
que sane según tu idea de bienestar
¿Cómo piensas que sana un corazón como el mío?
you have no idea

Tormenta
calma
vigilia
sueño
grito
silencio
penumbra
estallido

Abro los brazos
me contengo
alzo el rostro
siento el viento
respiro
me asfixio
sonrío
I feel deeply alive
I’m dying

Fiebre
placer
anestesia
aflicción

y este creciente escalofrío…
que me revive
y me levanta

Run

«Run run run run run run run run run run run…»

la respiración
el pulso
el pensamiento
se agitan al compás de la rola de Pink Floyd
retumba en su mente
«You’d better run…»
Corre
toma la maleta
se apresura
antes de que la puerta suene a cerrojo
pero entonces se detiene
contiene el respiro
exhala
mira entorno
sus cosas en el suelo esperan una decisión
ser colocadas dentro la valija
o acomodadas en el closet

ella decide ignorarlas
y se sienta a esperarlo

decirle el por qué

En noches como ésta

Perro de Luna

«Perro de Luna» (Rufino Tamayo)

Me reconcilio con el tiempo

con el dolor

con el recuerdo

con la inspiración

con la belleza

con el  rostro boteresco

de la luna

con su  brillo.

Y asimilo

y asumo

y acepto

esta miprofundacomplejaenraizadaintensa forma de amar

y entonces

me siento

libre

y en paz.